lunes, 30 de abril de 2007

Por el deporte, no por el mercado

Hace dos semanas fui a un partido de fútbol, los equipos no importan, y conocí el fanatismo de los mexicanos, es increíble todo lo que se mueve por ese deporte, desde el aparato de seguridad, hasta la propaganda y los productos (balones, camisetas, gorras) oficiales (y piratas) de los equipos. Las medidas de seguridad que se toman son muchas. La primera línea esta desde las estaciones más cercanas de los metros, donde se apostan policías que te revisan antes de montarte a los buses que te llevan directo y sin paradas al estadio. La segunda línea esta en las afueras del estadio, ahí te encuentras desde los granaderos con sus escudos de plástico hasta a la policía montada.

La tercera línea esta en las gradas, reforzada en los niveles superiores, pues son las más baratas, y por lo tanto donde se reúnen los mas fanáticos y los mas violentos. En esos niveles las gradas están divididas en cuatro por cercas de como dos metros de alto, que dividen a los seguidores de los equipos de forma que no se dañen unos a los otros. Al parecer, estas cercas no son lo suficientemente altas para detener la euforia del clamor del juego por lo que ponen a policías para que no las brinquen. La cuarta línea está en el terreno por si a alguien se le ocurre tirarse para allá.

También existe otra línea que, más bien del tipo persuasiva, que se presenta en forma de mensajes en las pantallas y carteles que pasan por el terreno en el medio tiempo. Estos mensajes te hablan de actitudes deportivas y disciplina social pero para hacerles sincero me parecieron excesivamente hipócritas y hasta anacrónicos en un lugar que genera y exacerba la rivalidad entre los asistentes. A diferencia de los estadios de baseball cubanos, que son imparciales y dejan que los asistentes expresen sus preferencias, los estadios de fútbol mexicanos, creo que puedo generalizar, están completamente parcializados hacia el equipo al que pertenece. Esta actitud la vez desde que anuncian los jugadores, de los visitantes ponen solo el nombre en una tipografía nada llamativa en contraste con la tipografía enorme y fotos a todo color que presentan cuando va a salir el equipo anfitrión.

Por eso digo que las apelaciones a la conciencia deportiva me resultaron hipócritas y anacrónicas, el estadio debería ser el primero en mantener su espíritu deportivo desde una posición imparcial, al menos en el tiempo que dure el partido. La causa de esta imparcialidad es más que evidente y te salta cuando empiezas a ver la raíz puramente mercantil que tienen aquí este tipo de eventos. El espíritu deportivo es incompatible con el espíritu del mercado, los deportes son la expresión civilizada de la competencia biológica, civilidad de la cual el mercado aun adolece. Para vender más hay que atraer a los aficionados locales y la única forma que han encontrado es siendo abiertamente parcializado con el equipo de la mayoría. Los cientos de policías tienen sentido, pues la fuerza es la única forma de reprimir esa violencia creada artificialmente por muchos años. Lo demas son intentos por hacer parecer civilizados a los encargados de organizar esta suerte de circos romanos modernos.

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