lunes, 23 de abril de 2007

El burro de Mayabe bajo el árbol de Tule

En Cuba no tenemos semana santa, o más bien, en Cuba la semana santa no descansamos del trabajo. Aquí en México sí, de hecho es interesante cuantas fechas se festejan y que muchas veces la celebración consiste en el descanso del trabajo. Por eso aproveché y me fui de turista al estado Oaxaca. Expectativas, muchas.
La iglesia del convento de Santo Domingo.
De Oaxaca

En Oaxaca están algunos de los sitios arqueológicos más importantes del país. Si bien estos son impresionantes, también lo son las catedrales que hay en la ciudad capital del estado, que según leí son de las más representativas del barroco mexicano. El centro de la ciudad es muy colonial y esta bastante bien conservado, aunque por muchos lugares se ven las manchas de los carteles que se pintaron cuando los disturbios contra el gobernador, que aun sigue al frente del poder ejecutivo local. Oaxaca es un estado muy pobre. La sequía es alta casi todo el año y el dinero del turismo tal parece que se queda en unas pocas manos, o por lo menos no llega a todos por igual.

La pobreza la hueles en el aire por encima de todos los intentos de la gente por mantener las tradiciones mas autóctonas, por tal de seguir atrayendo el turismo, y en la cara de los muchos niños que se te acercan casi que a implorarte que les compres algo. El pueblo mantiene sus tradiciones por pura supervivencia económica y no por una verdadera conciencia de preservación cultural. Que una huelga iniciada por maestros, y a la cual se sumaron otros, haya encontrado que pintar los monumentos es una forma de luchar contra el gobierno me dejo mucho para pensar.

No obstante me pregunto si esta es una forma legítima y viable de preservación de la cultura y de la diversidad cultural. En mi país se han perdido, o se encuentran en un letargo infinito, muchas de las tradiciones de los pueblos del campo. Me pregunto si la causa de este fenómeno no podría encontrarse en que no hemos buscado la importancia económica de las estas, visto no solo desde el punto de vista de país sino desde la perspectiva de las micro-economías personales.
El árbol de Tule.
De Oaxaca

La riqueza de tradiciones depende de la riqueza histórica de los países y para nada sería inteligente comparar la historia de miles de años de México con la de nosotros que, aunque no empezó con la conquista, desgraciadamente casi no tenemos nada que mostrar de antes de esta. Pero estoy seguro que los asentamientos cubanos están llenos de detalles interesantes para el viajero. En Oaxaca fui a un pueblo muy pequeño, Tule, que por lo que se ve, gran parte de sus ingresos los recibe del turismo que va a deleitarse sintiéndose minúsculo junto a un árbol milenario que poseen. Como se imaginan es un árbol verdaderamente gigantesco, pero que no deja de ser eso, un árbol. También estuve en otro, Mitla, que vive del turismo que va a ver sus ruinas zapotecas, monumentos a la insensatez católica de la conquista, y de las fábricas familiares-artesanales de mezcal, más valiosas por su exotismo que por su capacidad productiva.

Una iglesia construida con las piedras de un lugar para el descanso eterno de los habitantes de la Mitla precolombina.
De Oaxaca

De Oaxaca salí con la idea que Cuba tiene mucho más que mostrar que playas, ciudades coloniales consagradas y mulatas de ojos verdes. Quien dice que Mayabe no puede atraer turistas con su burro o Morón con su gallo, por solo nombrar a dos de los conocidos. Estoy seguro que mi país tiene muchas pinceladas tan atrayentes como hoy escondidas u olvidadas, que pudieran sacar al turista fuera de las ciudades y sitios ya establecidos, muchos de los cuales ya están viciados con personajes que desvirtúan, incluso, la moral del cubano.

El burro de mayabe

No sería justo si digo que en Cuba el patrimonio y el turismo están divorciados, pero decir que la explotación turística se limita solo a los lugares donde el gobierno decide, en base a sus posibilidades, fomentar la industria del descanso, no está del todo alejado de la realidad. Que el cubano pueda participar más directamente en el fomento de tradiciones con el objetivo de crecer económicamente no tiene por que desenfocar nuestro proceso social, proceso que, por demás, se basa en la exaltación de los valores históricos de nuestra nación, por el contrario sería una forma de revivir estas tradiciones olvidadas.

Al menos así lo ve este cubano que gusta de comentar sus historias en este país y de jugar a las analogías con su tierra.

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